6 de enero de 2013

Espero que no tardes

Está oscuro. La luz se escabulló apagada y no entra por la ventana ni el tenue resplandor de la luna. Quisiera extender la mano ante mí y poder verla, pero sé que ni siquiera podría distinguirla del negro manto que cubre mis ojos. Hay un silencio ensordecedor. No se escucha al insistente grillo ni al mismo viento, tampoco oigo mi respiración. Hace frío. Apenas siento mi propio cuerpo, cada miembro entumecido gritaría por despertar si tuviera voz.
Menos mal que estás aquí. Cuando abras los ojos y sonrías serás mi luz, podrás iluminarme al fin. Escucharé tu risa y mis oídos agradecerán el acogedor sonido de tu garganta, incluso de tu misma respiración. Sé que extenderás tus manos y me abrazarás, volveré a sentir mi cuerpo, entonces podré acurrucarme en tu regazo bajo tu cómodo calor.
Lo único que ocurre es que no te quiero despertar. Espero que no tardes.
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