La joven princesa sin reino nació en una ciudad sin palacio. Atrapada en el lugar de las avaricias y las penas alimentó su día a día de esperanzas, soñando con atravesar el horizonte y descubrir bellos lares donde ser feliz. Y desde "su torre, que no era torre", atisbó a un joven príncipe sin caballo y sin espada, intentando llegar hasta ella, intentar rescatarla de las garras de la soledad.
Cuando a punto estaba de entregarse a la inmensidad de lo desconocido descubrió que su príncipe azul resultó ser marrón y apesadumbrada y deprimida, volvió a "su torre, que no era torre". Con lágrimas en los ojos, anhelando algún joven caballero sin caballo, pasó años escrutando a lo lejos, siempre esperanzada.
Rendida junto a su amiga soledad, decidió darle más importancia a lo que se la había negado siempre. Y entre alegrías y penas descubrió que aquel príncipe sin reino que desde hacía años la cortejaba resultó ocultar un azul bajo su capa blanca. Absorta ante la sorpresa, por descubrir algo al fin que siempre había estado ahí, se rindió a los brazos del heredero de su amor.
Y así, la princesa -sin reino y sin palacio- halló a su príncipe azul -sin título nobiliario- sin buscarlo.